Opinión | Desde Los Tres Árboles

La insurrección de los libros (y III)

Los literatos luchan con determinación por hacerse un hueco entre los inmortales

Ilustración

Ilustración / Cedida

¡Ya están aquí! Han entrado por los cuatro puntos cardinales de forma un tanto atropellada y en número incontable. Son los novelistas y su llegada al campo de batalla se produce precisamente hoy, el 23 de abril, curiosamente el día elegido por la Unesco para fomentar la lectura y rendir homenaje al libro y sus autores. Coincidencia, sin duda. Una broma, tal vez, de algún dios travieso que no tenía cosa mejor que hacer pero, sea como fuere, no es éste momento de especulaciones. Si hoy me acerco a esta columna es para narrar un enfrentamiento fascinante. ¡Ya oigo las trompas y tambores que anuncian el comienzo de la lucha! No hay tiempo que perder ...

Cervantes y Quevedo, en la vanguardia del grupo, se lanzan impetuosos contra las hordas enemigas y animan a muchos con su ejemplo. Detrás, con traje talar y como recién salido de un sueño, Don Pedro Calderón de la Barca rompe las filas del tiempo manejando de forma insuperable la ficción y el drama. Inmediatamente después, una multitud de escritores entre los que distingo a Unamuno, Valle Inclán, Irene Vallejo, Arturo Pérez- Reverte o Antonio Muñoz Molina, entre otros, combate de manera magistral con la palabra. Cerrando el grupo, Gonzalo de Berceo; ha abandonado momentáneamente su celda en San Millán de la Cogolla y se muestra irreductible en uno de los flancos.

Los novelistas y su llegada al campo de batalla se produce precisamente hoy, el 23 de abril, el día elegido por la Unesco para fomentar la lectura y rendir homenaje al libro y sus autores

Los realistas, por su parte, se mueven en el otro extremo de la campa con la lentitud de una manada de paquidermos y hacen estragos entre las filas enemigas con su prosa pesada y vigorosa.Veo desde aquí a Benito Pérez Galdós, Emilia Pardo Bazán y Leopoldo Alas; también, a Armando Palacio Valdés y a José María de Pereda. Juntos, forman un equipo compacto junto a Dostoyevski, Tolstoi y Chéjov. Muy cerca, Luis Martín Santos y Juan Goytisolo brillan con luz propia. García Márquez y Juan Rulfo tienen, a su vez, la posición claramente tomada y lejos de ellos, en el otro extremo de la campa, Kafka, que acaba de levantarse con una horrible pesadilla, consigue detener el avance del tiempo merced a una prosa mitad realista mitad fantástica.

Destaca el buen hacer de Miguel Delibes y entre los recién llegados impresiona el desparpajo de Jesús Carrasco. ¡ Estremece tanta osadía! Nadie cede ni un palmo. Se combate sin descanso y por momentos parece que todo es posible. Los literatos luchan con determinación por hacerse un hueco entre los inmortales, el valor del que hacen gala es indudable pero …¡No sé! El adversario es implacable y habrá que esperar por ver de qué lado se inclina la diosa Fortuna.

El combate resulta excitante. El tiempo avanza imparable y con el paso de las horas la campa se convierte en un improvisado y colosal altar en el que las historias y leyendas caídas son reemplazadas inmediatamente por otras que luchan con igual coraje antes de quedar yertas, a su vez, y olvidadas en ese campo que se fue tiñendo de un rojo como de sangre de animal sacrificado.

¡No es una alucinación! Lo que veo está sucediendo realmente y por un momento yo también estoy en el centro de la batalla buscando con ingenuidad ese escudo imposible que me proteja de los implacables mandobles del tiempo. Finalmente, cansado por el esfuerzo y en la más absoluta soledad a duras penas me mantengo en pie...

Estoy herido y, como ellos, confundido ante la brutal belleza del desigual combate.

Suscríbete para seguir leyendo