Opinión | Desde Los Tres Árboles

La insurrección de los libros ( II)

Los literatos y el tiempo, frente a frente

Usuarios en una biblioteca

Usuarios en una biblioteca / Archivo

La habitación se ha transformado en una interminable llanura en la que la palabra escrita y el olvido combaten encarnizadamente en una lucha con final incierto. Los literatos y el tiempo, frente a frente.

Hasta mí llegan los jadeos de las grandes obras literarias bajando atropelladamente por las laderas y las rápidas carreras de las más pequeñas animándose entre ellas con agudos gritos antes de enfrentarse al invisible enemigo. Vienen de todos los puntos del planeta. Han llegado a través de incontables generaciones con estilos diversos y diferentes formas expresivas pero todas se mueven con seguridad en el campo de batalla.

Por su parte, el tiempo avanza implacable entre una polvareda de color azufre y ocupa el espacio hasta donde la vista alcanza. Con él llegan el olvido y la nada y a su paso todo desaparece, la memoria, las vivencias, los afanes, el prestigio, las medallas. ¡Todo! ¡ Absolutamente todo! Se combate cuerpo a cuerpo y tras un día de batalla los magníficos ejemplares están exhaustos pero siguen con la moral intacta. ¡Sobrecoge la violencia del empuje!

La habitación, mientras, no ha cesado en sus contracciones. No ceja de dar vueltas y siento que deliro... Es como si estuviera en el interior de una hembra vaciada por completo, fecundado en un útero estéril que pugna por arrojarme fuera, pero esta noche nada tiene importancia ante el relampagueante brillo de los metales ni ante el terrible estruendo. ¡Hasta aquí llega el fragor de la batalla!

Han llegado a través de incontables generaciones con estilos diversos y diferentes formas expresivas, pero todas se mueven con seguridad en el campo de batalla

Los que más resisten son los clásicos, la mayoría ha llegado de Grecia y todos combaten con versos cortos y penetrantes. Destaca Homero por su destreza, y eso a pesar de la posible ceguera; salió de Esmirna y desde que entró en la campa cuenta con el favor de una diosa de níveos brazos A su lado Safo resiste con coraza de cuero endurecido con vehementes poemas.

Les sigue Horacio que ha cambiado momentáneamente sus bueyes y colmenas por un escudo con siete pieles de toro trenzadas y a continuación Ovidio y después un descomunal Virgilio. Cerrando finalmente el flanco y envuelto en un torrente de luz, San Juan de la Cruz acaudilla un pequeño grupo que se defiende de los terribles mandobles del tiempo con la más espléndida sinfonía de adjetivos que jamás se haya orquestado. Son los místicos, ardientes y apasionados.

Justamente al lado del carmelita, Jorge Manrique y Garcilaso encaran con determinación al adversario. Los simbolistas, por su parte, incorporados al combate mucho más tarde aguantan verso a verso en el otro extremo de la campa liderados por Baudelaire y un jovencísimo Rimbaud. ¡Estremece tanta bravura! Nadie cede ni un palmo.

Es una lucha, la suya, contra el destino. Ambiciosa y arriesgada, pero por más que los poetas confíen en la victoria el desánimo se apodera en ocasiones incluso de los más aguerridos. A lo largo de este día interminable he oído a Neruda recitar una canción desesperada entre sollozos y he visto a Pessoa, sentado junto a Lidia, reposar en las orillas de un río que discurre con su propia imagen reflejada en pos de un mar muy lejano y sin posibilidad alguna de retorno.

Fueron instantes de confusión, es cierto, pero resultaron pasajeros y no afectaron el devenir de la batalla. De hecho, ahora están entrando en el campo aires frescos, nuevos versos y con ellos la esperanza.

¡ Sí! Son León Felipe, Antonio Machado, Miguel Hernández, Lorca, Juan Ramón Jiménez, el entrañable Claudio y un apenas conocido Gamoneda. Los distingo perfectamente porque forman parte de mi geografía, entraron de puntillas en la refriega y ahora combaten de manera magistral, pero…¡ Silencio! ... ¿ No oís el estruendo?

Un nuevo grupo está irrumpiendo con fuerza en el campo de batalla. ¡Son los novelistas! Muy pronto llegarán aquí y cuando eso ocurra yo estaré preparado para narrar cuanto suceda.

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