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El Cid Campeador y el Conde de Barcelona

El romance lo dice muy claro, el castellano hizo prisionero al noble y después, generoso, lo liberó

Rodrigo Díaz de Vivar, cuando comenzó a conquistar tierra de moros, forzado por el destierro a que le sometió el rey Alfonso VI de León, hizo las primeras conquistas en Alcocer, en la provincia de Guadalajara, continuó adentrándose en terrenos del reino de Aragón hasta llegar a los dominios del Conde de Barcelona, donde se enfrentó a Berenguer Ramón II, conocido como "El Fratricida"; aunque en el poema del Cantar de Mío Cid dice que fue al Conde don Ramón, en realidad, con quien se enfrentó , de acuerdo con la cronología, fue con Berenguer Ramón II "El Fratricida".

Los pormenores del romance vienen a demostrar que el Cid hizo prisionero al Conde de Barcelona y que luego , en un alarde de generosidad lo liberó: "Se esparcían las noticias por aquellas tierras todas/ llegando a conocimiento del Conde de Barcelona/ de que Mío Cid Ruy Díaz corría su tierra toda/ lo que le causa pesar y por ultraje lo toma".

"El Conde muy fanfarrón y lleno de vanidad/ grandes entuertos me hace Mío Cid el de Vivar/ Hasta dentro de mi Corte gran agravio me hizo ya/ porque a mi sobrino hirió y no lo quiso enmendar/ ahora saquea mis tierras que bajo mi amparo están/ yo no lo he desafiado ni le torné mi amistad/ más como él me provoca yo se lo iré a demandar".

El Conde de Barcelona persigue al Cid y le amenaza por haber invadido sus tierras. El Cid ve inevitable la batalla con el Conde y termina haciéndolo prisionero. El Conde Berenguer, humillado, es llevado a la tienda del Cid y éste trata de obsequiarle con suculenta comida, pero el Conde se enrabieta y se niegas a probar bocado: "Gran comida le preparan/ pero el Conde don Ramón no hacía aprecio de nada/ llevabanle los manjares, delante se los dejaban/ él no quería comer y todo lo desdeñaba/ No he de comer bocado de cuanto hay en España/ antes perderé mi cuerpo y condenaré mi alma/ ya que tales malcalzados me vencieron en batalla".

El Cid recomienda al Conde que coma y beba, que le dará la libertad. Finalmente, el Conde accede a comer y beber con la esperanza de verse libre.

"Dijo el Conde: Comeré de voluntad y buen grado/ Él y sus dos caballeros iban de prisa yantando/ satisfecho queda el Cid que allí los estaba mirando/ Si vos lo permitís, Cid, ya quisiéramos marcharnos/ mandad que nos den las bestias y saldremos galopando".

El Cid cumple su palabra y deja marchar al Conde de Barcelona, pero se queda con el botín conquistado. "El Conde ya se ha marchado y se vuelve el de Vivar/ juntose con sus mesnadas y se comienza a alegrar/ al ver que de aquella acción les tocó ganancia tal/ tan grandes riquezas tienen que ni las saben contar".

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