Opinión | Editorial

Villalar, una fiesta para fortalecer vínculos y hacer comunidad

Entender la celebración como un encuentro de simpatizantes de la izquierda contra el "poder" de Valladolid es un craso error

Día de la Comunidad en Villalar de los Comuneros (Valladolid).

Día de la Comunidad en Villalar de los Comuneros (Valladolid). / Leticia Pérez - Ical

La historia de Villalar de los Comuneros es también la de Castilla y León. Como cada 23 de abril la comunidad autónoma acaba de celebrar su festividad, institucionalizada en 1986 pero que nació mucho antes, tras la muerte de Franco, cuando más de 20.000 personas se concentraron en la campa de la localidad vallisoletana al grito de "Castilla entera se siente comunera". Esta vez la Junta de Castilla y León ha descentralizado el festejo en once localidades: todas las capitales de provincia excepto Valladolid, y los municipios de Ponferrada, Aranda de Duero y Miranda de Ebro. La explicación oficial es que de esta forma aquellas personas que no puedan desplazarse hasta Villalar podrán participar de forma presencial en los actos del Día de Castilla y León. Para otros, se trata de un movimiento estratégico que ya trató de impulsar en su día José María Aznar para restar fuerzas a un encuentro siempre crítico, que reunía en sus orígenes a la izquierda social, sindical y política mientras que la derecha, tan renuente al principio, acabó uniéndose a la celebración, eso sí, con mucho menos entusiasmo.

A pesar de las actividades paralelas en todas las provincias de la región Villalar volvió a concentrar a 18.500 personas, un dato que evidencia la fuerza del espíritu de evocación del pasado histórico de los reinos de León y Castilla, así como el papel de los comuneros Juan de Padilla, Juan Bravo y Francisco Maldonado, decapitados en la batalla de la guerra de las Comunidades de Castilla. Nunca antes una derrota había sido tan celebrada, porque el Día de Villalar se ha convertido en el símbolo de la lucha de los habitantes de la región por defender su tierra, y en la inspiración de las actuales protestas, como las que siguen protagonizando los agricultores y ganaderos, exhaustos por las mermas de producción ocasionadas por la sequía y el encarecimiento de los costes.

Castilla y León necesita un Villalar para no olvidar agravios históricos, y también actuales, frente a otras regiones. En la campa, cada 23 de abril, se hace comunidad porque ciudadanos y representantes de las nueve provincias se dan cita en ese emblemático punto de encuentro para compartir gastronomía y folclore, pero también problemas comunes, como si de un concejo abierto se tratara, pero con una dimensión regional. La clase política en general, con independencia de la ideología que predomine en las distintas instituciones, tiene en Villalar el termómetro preciso del sentir de los castellanoleoneses y una oportunidad para plasmar sus propias reivindicaciones, como las cuentas pendientes de la Junta con el Gobierno de Sánchez o las exigencias a Europa para favorecer a los territorios más despoblados. Entender esta fiesta como un encuentro de simpatizantes de la izquierda contra el "poder" de Valladolid es un craso error. De ello toma buena nota el presidente regional, Alonso Fernández Mañueco, muy madrugador en la campa para poder asistir con posterioridad a la entrega en Madrid del Premio de Literatura en Lengua Castellana "Miguel de Cervantes" al escritor leonés Luis Mateo Díez. Antes firmó en el Libro de Honor del Ayuntamiento, aprovechó su mensaje institucional para pedir "tolerancia" ante las distintas formas de celebrar esta jornada y apeló a no utilizar la historia para levantar fronteras. Acudieron además tres ministros del Gobierno de España, los vallisoletanos Óscar Puente y Ana Redondo, con la titular de Infancia y Juventud, Sira Rego, así como representantes de sindicatos, colectivos sociales y partidos políticos. El Día de Castilla y León es una jornada de orgullo, también para los políticos que representan a la comunidad y que en Villalar tienen un gran altavoz para unirse al latir de las gentes de la tierra.

Entre las reivindicaciones, además del Manifiesto de Villalar 2024 que pide respeto para esta fiesta, se colaron otros asuntos como la memoria histórica ante la ley de Concordia de PP y Vox o la situación que vive el pueblo de Palestina por la guerra que se desarrolla en la franja de Gaza. Los agricultores, por su parte, aprovecharon para entregar a los representantes públicos un documento con sus demandas y la exigencia de soluciones para el campo, tras meses de movilizaciones. Ningún disparate, ninguna algarada que justifique ese tradicional temor de la derecha política a festejar en la campa el espíritu que llevó a los líderes comuneros Padilla, Bravo y Maldonado a iniciar una batalla para cambiar el futuro del país. Dejaron la vida en el intento, pero ganaron un lugar en la historia de Castilla y León. Villalar es orgullo y un trampolín excelente para hacer comunidad, para que los habitantes de la región, procedan de cualquiera de las nueve provincias, encuentren un punto de hermanamiento en el que prime lo común. Si es cierto que la unión hace la fuerza, el 23 de abril es la mejor fecha para que la comunidad exhiba músculo y se haga oír.